30 de octubre de 2014
¿Exigirnos?, ni calvo ni con dos pelucas.
Una cierta dosis de autoexigencia es necesaria como disciplina en muchos ámbitos de nuestra vida, siendo útil para superarnos, desarrollarnos, para conseguir metas y objetivos, etc. Puede convertirse en un aspecto muy positivo siempre y cuando no nos ahogue o nos limite.
En cambio, un exceso de autoexigencia en nuestra forma de vivir es negativo ya que puede provocar frustración, rabia, impotencia, angustia, entre otras emociones negativas. Así, según como la experimentamos, esta se puede convertir en un motor positivo de cambio, o en un problema que nos puede afectar tanto psicológica como emocionalmente.
¿Por qué somos autoexigentes? ¿Qué esperamos conseguir? Sencillamente porque lo aprendemos. Como en el caso de un padre que exige a su hijo un comportamiento modélico en exceso y unas notas escolares por encima de sus posibilidades. Ser autoexigente también puede ser una cuestión de educación o de aquello que aprendimos de pequeños en nuestro entorno familiar y social. Si vivimos en un ambiente crítico, rígido y exigente, este nos habrá influido y de adultos nos encontramos que tendemos a reproducir este ambiente emocional que vivimos de pequeños en nuestro entorno.
Por tanto, la autoexigencia es sinónimo de perfección, de control, de rigor, y tiene que ver con nuestra autoestima. Así, si nos excedemos o extralimitamos con nuestras expectativas y objetivos, esta puede quedar afectada.
Nosotros somos los únicos que podemos bajar nuestros niveles de exigencia pero, ¿cómo? Readaptándolos a nuestras posibilidades reales para poder vivir con más tolerancia y libertad.
Ser críticos con nosotros mismos es bueno, pero.......ni calvo ni con dos pelucas.
Buen fin de semana a todos, y a la buena tertulia que se ha montado en el blog, anónimos o no, os espero, a ver si se anima algún que otro,aunque sea anónimo, pero por favor, firmad, aunque sea con seudónimo, aquí no se busca más que vuestra opinión......que es muy valiosa.